A prueba: Changan CS75, un asiático con grandes ambiciones

En el mercado automotor chileno las marcas de origen chino están haciendo de las suyas, desde un punto de vista positivo claro está. Han mostrado mucha seriedad, actúan bajo el alero de grupos ya consolidados, y con una gama de productos amplia y variada capaz de responder a las diferentes exigencias de los compradores. Más de 25 marcas se disputan el favor del público, en los segmentos generalistas del mercado y bajo la constante presión que significa estar en la mira de los aprensivos.

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En los últimos años la oferta china se ha ido depurando, tanto así que ya comienzan a verse algunos ejemplares que buscan ir más allá en las materias de calidad y diseño, lo que es equivalente a decir que han pasado al siguiente nivel para equipararse con la oferta de los fabricantes surcoreanos y japoneses.

El modelo al que me referiré en esta oportunidad es justamente uno de los más claros ejemplos del “despertar chino”, un destacado en medio de una vasta competencia y cuyo precio no es una minucia; hablamos de casi 12 millones de pesos.

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Su nombre, CS75, puede que no diga mucho, pero cuando mencionamos la marca las cosas cambian. Changan ha sabido abrirse camino, ocupar un sitial en la mente colectiva, hasta dejar atrás ese pasado culposo en el que el citycar Benni le hizo un flaco favor a su imagen.

Diseño italiano

En el Changan CS75 no detecté ninguno de los errores cometidos años atrás. Muy por el contrario, este SUV de tamaño mediano (4.650 mm de largo), exhibe un diseño exterior europeizado, de hecho es obra de italianos, en el que el frontal se roba la película con una mascarilla de gran tamaño y con unos atractivos faros con ribetes azules en su interior; claro que no es un detalle muy sutil el haber grabado el nombre de la marca con esos enormes caracteres.

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Sobre la ondulante superficie del capó se divisa un par de tomas de aire, como unas branquias, elementos que no cumplen otra misión que ser simples adornos; se ven bien, por lo que no emitiré juicio al respecto.

Las puertas son grandes, lo que facilita la accesibilidad, y el portalón trasero esconde una amplia boca de carga y un compartimiento que sin problema puede recibir bultos equivalentes a 590 litros (método VDA). Me parece un acierto el incluir protecciones de resina en todo el borde inferior de la carrocería, porque no faltará la ocasión en la que los agentes naturales y/o geográficos atenten contra la integridad del metal.

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Buen espacio interior

La cabina es espaciosa y adecuada para el uso familiar, punto en el que se beneficia con su amplia distancia entre ejes (2,7 metros) y con la buena habitabilidad que permite la elevación del techo.

Me llama poderosamente la atención que tanto los materiales como las terminaciones nada tienen que ver con la de los primeros ejemplares de este origen, ya que los polímeros además de ofrecer una textura agradable están muy bien conectados entre sí; esto convierte la cabina del CS75 en un refugio agradable y acogedor.

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Me gustaron los asientos, todos ellos, porque la esponja tiene la consistencia justa y porque en el caso de las butacas delanteras el respaldo incluye unos prominentes apoyos laterales. El cuero ecológico que los cubre no está mal, aunque es un tanto resbaladizo y su aroma satura el ambiente; es un olor penetrante al que la nariz se acostumbra al cabo de unos minutos.

El puesto de manejo no tiene mayor ciencia, siendo fácil de reconocer y adaptar a las diferentes anatomías. No me gustó la imprecisión del mando eléctrico que ajusta los espejos exteriores, y menos aún la dureza que presenta la palanca con la que se libera la columna de dirección para poder ajustarla en altura. Tampoco se merece un premio la palanca selectora de cambios, cuyo pomo es resbaladizo y su guardapolvo luce como si le sobraran dos tallas.

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Lento en las salidas

En busca de la mayor eficiencia este  SUV monta un motor de la familia BlueCore, el que con 2 litros de desplazamiento y una potencia máxima de 156 CV a 6.000 rpm nos puede ofrecer un rendimiento mixto de 10,6 km/l. Es un bloque sumamente equilibrado y robusto, el que gracias a sus 200 Nm de torque nos entrega la elasticidad necesaria para enfrentar exigencias mayores; como equipo estándar incluye un gancho trasero, específico para carros de arrastre.

Los primeros metros de aceleración son trabajosos, algo que me incomodó bastante en el contexto urbano, pero no toda la responsabilidad es del bloque motriz, sino que parte de ella cae pesadamente sobre los hombros de la transmisión. Se trata de un conjunto manual de seis velocidades, las que además de ser duras de engranar son muy abiertas de tercera hacia arriba, por lo que un buen porcentaje de la energía se diluye a medida que se avanza en esa doble H.

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La suspensión es acolchada, en la medida justa por cierto, sin que esa confortabilidad nos exija dar parte del aplomo como tributo. En las curvas se mueve con solidez, y sólo el tacto fofo de la dirección eléctrica interrumpe el agrado.

Los frenos son incansables, y eso bien pude comprobarlo en un camino revirado. A la cabina le falta aislación acústica, punto negativo imperdonable según mi punto de vista. Aún así me parece un SUV correcto, con buen manejo, bien equipado y digno de ser considerado como opción de compra. Claro que le falta camino por recorrer para igualarse con sus rivales japoneses, pero a los surcoreanos ya los tiene al alcance de la mano.

 

FICHA TÉCNICA

Precio: $11.690.000

Motor: 2.0L BlueCore 156 CV / 200 Nm

Transmisión: Manual / 6 vel.

Tracción: Delantera

0-100 km/h: 12 seg.

Vel. Máxima: 185 km/h

Rend. Mixto: 10,6 km/l

Largo: 4.650 mm

Ancho: 1.850 mm

Alto: 1.705 mm

Entre ejes: 2.700 mm

Maletero: 590 lts.